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Delegados y observadores de la Pre-asamblea de la FLM, LAC

sábado, 10 de abril de 2010

El Pan Nuestro de Cada Día

El cuarto pedido: “el Pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” del Padrenuestro es una súplica que conlleva dos elementos: a) un sentido ruego frente a las necesidades de la comunidad, y b) una afirmación de fe que, en cuanto pronunciada, revela la gracia y la justicia divina.

Mateo y Lucas nos ofrecen dos versiones del Padrenuestro. En el contexto de Lucas 11, la oración surge como un modelo didáctico. Los discípulos, en su necesidad de aprender a orar, piden que Jesús les enseñe a orar. En contraste a esta necesidad, Mateo 6 asume que los seguidores/as de Jesús saben orar, entonces el Padrenuestro surge a iniciativa del propio Jesús, sin ser solicitada y, por lo mismo, el pedido por el pan responde a una atenta y sensible consideración de las necesidades reales de sus seguidores y seguidoras.

Relevancia comunitaria en el pedido por el pan
Por los evangelios sabemos que la oración es una experiencia vital para Jesús. Las oraciones de Jesús muestran su profunda relación entre él y Dios. Una relación basada en la confianza e intimidad.

Lo particular y novedoso de la oración del Padrenuestro es que no es una oración mediadora –sacerdotal- sino comunitaria. Jesús no ora en nuestro lugar, no intervine a nuestro favor y tampoco lo hace en su nombre. El Padrenuestro es una oración en la cual Jesús invita a sus seguidores y seguidoras a tomar su lugar y a ser parte de su espacio privilegiado para estar en estrecha relación con Dios.

El Padrenuestro es una iniciativa a orar en comunidad y movida por la experiencia de intimidad con Dios. Por ello, Jesús toma de la mano a sus seguidores/a y les acerca a esa relación de intimidad que le es familiar. Y al hacerlo, quiebra la noción del espacio sagrado individual. Sin abandonar la realidad en que sus seguidores y seguidoras viven, se abre la posibilidad de vivir la intimidad en comunidad. (Westhelle: On Displacing Words. 29).

El Padrenuestro entendido de este modo, afirma que orar es una experiencia de justicia. Lo justo es que no vivamos en la dicotomía entre la tierra esperando la llegada de Dios y los cielos que es la promesa ofrecida. Lo justo es que si el reino de los cielos ha llegado en parte, se pueda esa parte, vivir intensamente. Y esta justicia se da a iniciativa de Jesús. El compartir el espacio de oración nos invita a envolvernos en una relación enraizada en el sentido de la vida, en la realidad de la carencia del pan, de sus desafíos y a la vez, en la esperanza de que Dios responde porque conoce nuestras necesidades incluso antes que se la digamos Mt. 6:8.

En el Padrenuestro, y especialmente en el pedido por el pan, Jesús ora con la intención de despertar la memoria del pasado y a la vez de poner atención a nuestro presente. Los plurales “pan nuestro” y “dánoslo hoy” tienen esa intención. Son plurales que conscientemente involucran. Son plurales colectivos y por tanto un reclamo y una invitación a que el pan se disfrute en colectividad.

El pedido es por el presente, pero también implica que el pan ya ha sido otorgado, es nuestro; por tanto, nos es justo reclamarlo. En este sentido, cada vez que oramos el Padrenuestro; y específicamente cada vez que pedimos por el pan, entramos en el lugar de Jesús y reclamamos por lo que nos hace falta. La oración es una bella forma en que Jesús expande su lugar privilegiado. Es una maravillosa manera de hacer de ese que espacio para dos se convierta para tres, cuatro, sesentainueve, etc. permitiendo que otros y otras vivan y se afecten del privilegio de formar parte activa en la oración.

En lo sustancial, Jesús no intercede, sino nos invita a tomar parte en el clamor y en el reclamar. Nos trae de la mano para que, por nosotros y nostras mismas, entremos en diálogo directo con Dios. Jesús nos insta a ser audaces en nuestro cotidiano, más aun si ese cotidiano está lleno de desafíos.

La intención en el pedido del pan es que la justicia tome lugar. Por ello, orar por el pan es unirnos con Jesús y persistir en relación de fe para que en nuestras realidades la justicia, la paz, el compartir, el reconocer las capacidades sea una práctica diaria. Insistir en pedir del pan es una manera intrépida de entender que Jesucristo sigue orando con nosotros y nosotras. Que nos ha adoptado para tener la oportunidad de experimentar el amor, la solidaridad divina en el pan de cada día. Sin embargo, aunque aprendemos a hacer buenos reclamos, ciertas memorias del desierto tocan nuestro ser y nos quieren paralizar y doblegar.

La memoria del desierto
La ausencia del pan recién horneado está en la realidad del desierto. El desierto, contexto del ministerio de Jesús, evoca la salida de Egipto del pueblo de Israel y su largo camino a la tierra prometida. El pan para saciar el hambre después de 40 días de ayuno tiene un interés momentáneo. La provocación de convertir las piedras en pan guarda el oculto propósito el distanciar y separar a Jesús de su relación con Dios. La metáfora del desierto ayuda a comprender lo indefenso que el ser humano puede estar en circunstancias de dificultad.

La narración del Éxodo, la salida de Egipto y el largo caminar en el desierto me recuerda primeramente como el pueblo de Israel se siente provocado y reniega añorando la esclavitud -aunque esas circunstancias impliquen perder la vida. La relevancia de la provocación no está en que el pueblo de Israel muestre su enojo. Al fin, el enojo es un sentimiento que necesita ser expresado. La provocación, irónicamente, se da cuando el pueblo de Israel expresa su melancolía. En camino a la tierra prometida, y pese a la esclavitud, el pueblo añora Egipto. Egipto (mitzrayim) literalmente significa lugar estrecho, intolerante, difícil. Pareciera que lo concreto de la esclavitud, de haber vivido en la estrechez y la intolerancia se había olvidado exactamente porque en las circunstancias del camino se hizo difícil tener y disfrutar del pan.
En el largo y desconocido camino se vive en incertidumbre y desconcierto. La situación casi de muerte hace que la relación se sienta afectada y el camino hacia lo prometido intolerable. En la angustia se prefiere la muerte: “como quisiéramos que Dios nos hubiera quitado la vida en Egipto” (Dt. 16.2) y se acusan a Moisés y Aarón: “ustedes han traído nuestra comunidad a este desierto para matarnos de hambre” (v. 5). Exactamente cuando la acusación toma lugar, Dios llega al encuentro y se hace presente en el lugar de lamento. En la confusión y el desanimo, la comida desciende a la tierra. Se trata de un misterioso pan al que llaman “maná”, o literalmente “¿qué es esto?”
¿Qué está pasando?, ¿Qué es esto? Lo que pasa es que la presencia de Dios, fiel a la relación con el pueblo, se concreta a través del alimento. Y, esto que recogen con sus manos y ponen en sus bocas es, ante todo, la respuesta a la nostalgia de un momento mejor. Esto es el pan con que pueden saciar el hambre. Pan que quita la añoranza de muerte. Pan que revitaliza para continuar el viaje. Pan que a buena cuenta es vida, vida que desciende y se hace presente en la tierra.
La primera información que tenemos sobre este pan es que sabe a los panecillos enrollados con miel. Cada vez que las escrituras mencionan la palabra miel, ella se conecta con la tierra prometida. Por lo mismo, el panecillo enrollado con miel es el saboreo temprano de la promesa y el disfrute de lo que vendrá mañana. En este sentido, la oración en la cual Jesús nos invita a tomar su lugar es el sentido de justicia para disfrutar, en parte y de manera temprana, el reino prometido. El pedido: “el pan nuestro de cada dánoslo hoy” es la ferviente certeza de que el reino ha llegado y que con justicia nos alcanza hoy. Jesucristo hace posible ese alcance.

Pan Partido y Compartido en comunidad
Evocando el tiempo de prueba que el pueblo de Israel vivió, Jesús entiende que el convertir las piedras en pan tiene la intención de impedir que la relación de Dios, presente desde la creación y anunciada vívidamente en la encarnación, continúe. La respuesta: “No solo de pan vivirá el hombre”, o el ser humano no niega la importancia del pan. En ella se advierte que en la realidad del pan hay algo más que el simple pan.

En la explicación de esta petición, Lutero detalla con simpleza que el pan cotidiano se refiere “a todo aquello que se necesita como alimento y para satisfacción de las necesidades de esta vida, como: comida, bebida, vestido, calzado, casa, hogar, tierras, ganado, dinero, bienes; piadoso consorte, hijos piadosos, piadosos criados, autoridades piadosas y fieles; buen gobierno, buen tiempo; paz, salud, buen orden, buena reputación, buenos amigos, vecinos fieles, y cosas semejantes a estas”. (Libro de Concordia, 361). En otras palabras: ¡El pan solo, sin miel no tiene sentido! Pan sin un techo no alivia el sufrimiento. El pan necesita de miel. La miel conectada con la tierra prometida amplia el sentido del pan. Se recibirá la tierra prometida de manera concreta: habrá un hogar, una comunidad, trabajo, familia, descendencia, paz, libertad, comida, agua, vestido,…

En la tierra prometida que se acerca en parte es posible compartir con alegría. La importancia de disfrutar el pan se da en medio de la vida comunitaria porque es ahí que la promesa de larga vida se hace real. Y el pan que se parte también necesita de la presencia de una comunidad. No se puede partir y repartir sin una relación marcada por la confianza y el respeto. La eucaristía es momento propicio para que nuestras relaciones se renueven pero el pan es sagrado porque es “dado a favor vuestro”. Esta gratuita entrega hace posible que el Dios del reino actúe a través de su comunidad hoy.

La narración del camino de Emaús explica de manera maravillosa el impacto del compartir. Los discípulos en camino a Emaús concentrados en su conversación casi no notan la presencia del extranjero porque el caos y la aparente discontinuidad de vida les tienen desconcertados. Ellos sienten que este extranjero tiene algo pero no son capaces de descubrirlo. La conversación de los discípulos se enfoca en la perdida de su amigo y en la orfandad. Sólo llegada la noche, cuando el extranjero parte el pan, se abren los ojos para entender por qué les ardiera el corazón. El partimiento del pan ilumina la realidad. En la intimidad del compartir el pedido por el pan se hace realidad.

Jesús ciertamente puede convertir las piedras en pan. Pero su intención no es tener pan sin tener con quien compartirlo. El pan cobra sentido en lo concreto del amor solidario. “No solo de pan vivirá el hombre” trae un doble motivo: a) que el pan implica un compartir; es decir que el pan compartido tiene un gusto diferente. b) que el pan que no es compartido pierde su sentido. La respuesta de Jesús brota del compromiso de promover nuestras capacidades, promover que ellas evidencien el ya del reino ¿Es este un pedido exclusivo para los que no tienen pan y excluye a quienes tienen pan? ¿A quienes se refieren los plurales “nuestro” y “dánoslo”? El “nosotros y nosotras” involucra a “toda persona que reconoce su necesidad de ser sostenido/a [y le] ubica en una relación de criatura-creador” (Westhelle: 32), de prójimo/a en la continuidad creadora de Dios. Por tanto, la relación en que Jesús nos ubica se basa en reconocimiento y acción( fe activa) en la certeza de que la provisión tenga lugar, sea movida y propicie el ardor en los corazones de otros y otras para que el reino siga en parte evidenciándose.

Comunidad implica Hospitalidad
El pedido “el pan nuestro de cada día dánoslo hoy” trae consigo la propuesta de hospitalidad. Jesús al invitar a sus seguidores y seguidoras a tomar su lugar y a entrar en íntima relación con Dios, cede y comparte su espacio privilegiado. Lo concreto es que Jesús invita a su comunidad a suplicar por sus necesidades. Jesús es parte de esta comunidad con la que ora e implora. El pedido por el pan es una súplica por justicia porque se valora a cada persona, especialmente los niños, mujeres, enfermos/as, gentiles, etc. Jesús acoge en justicia sin hacer diferencias. Su acogida es justa y a la vez compasiva. Es una bienvenida generosa porque no pide identidad o afiliación eclesial ni formularios legalmente registrados, ni hay el pre requisito de ser luterano/a para orar con él y recibir los beneficios del pan.

En la acogida esta la intencionalidad de abrir el lugar privilegiado. En Jesús, esta apertura es intencional desde la encarnación. Jesús vivió el significado de integrarse y ser rechazado. Jesús sabe lo que significa entrar en un espacio diferente y experimentar la vulnerabilidad y los desafíos de la vida. Jesús conoce la necesidad de orar… de orar incluso por las necesidades de su prójimo/a.

En la oración en que Jesús participa con nosotros y nosotras radica la acogida. Acoger implica tener consciencia de la necesidad de protección, amparo, defensa, alimento, y cuidadosa atención de las invitadas/os. En la generosa acogida, Jesús comparte la intimidad que tiene con el amoroso Abba y con lo maternal de la vida. El Padrenuestro, y el pedido por el pan tienen sentido pedagógico. Jesús nos ensena a orar pero también nos enseña a acoger, a sentir las necesidades del prójimo, a compartir, a una relación intima/familiar fundada en el recibimiento y en la entrega.

Aproximaciones Pastorales
Volviendo a los dos caminantes en la ruta hacia el pueblecito de Emaús, vemos a los discípulos dos iban conversando. Nosotros y nosotras sabemos cuál era el mitzrayim – lugar estrecho, intolerante y difícil que viven. Hoy, algunas discípulas y discípulos de las iglesias Luteranas de Latinoamérica y El Caribe se están preparando en el camino hacia la histórica y metropolitana ciudad de Stuttgart. ¿Sobre qué van conversando en el camino? –

En el contexto de Latinoamérica y El Caribe, el pedido por el pan todavía representa un reto y una provocación. Pedimos por el pan pero también consideramos la paradoja realidad de riqueza – escasez, de profunda fe y sin embargo de hambre. El pedido conlleva esta tensión. La falta de una justa distribución del pan no anula nuestra testaruda fe. El empobrecimiento, el hambre, la mala distribución de alimentos son realidades que continúan antepuestas a la promesa del reino. Como confirmando esta antítesis, el pedido por el pan toma lugar porque hay hambre e injusticias. Esta tensión en la oración toca los nervios de nuestra fe. Y es en tensión que continuamos orando fervorosamente porque sabemos que Jesucristo camina y ora contigo y conmigo.

La dimensión de nuestras realidades concretiza el pedido por el pan. Es cierto que el pan nuestro de cada día todavía se trabaja para conseguirlo. Pero es más duro tener pan en medio de desastres naturales, en medio de crisis económicas, en medio de crisis políticas. La individualización, el egoísmo, la indiferencia son reales. Tan reales que nos afecta individualmente, como comunidad y afectan también a la creación.

Yo vengo de un contexto donde la tierra es significativa. La estrecha cercanía e interdependencia con ella es vital. La estrecha cercanía e interdependencia con ella me hace consciente de que la posesión y el control de la tierra tiene que ver con injusticia entonces el clamor por el pan cobra sentido. Consciente de la relacionalidad con la creación se hace urgente considerar los beneficios de una justa relación con la Pachamanca o de los peligros cuando ella es oprimida y violentada. En las culturas agrarias, el contacto con la tierra y la naturaleza no se basa en prácticas idolátricas. La relación es completamente religiosa y espiritual. De ella tenemos provisiones y vida pero también ella nos habla cuando se mueve y se reorganiza (¿destruye?) si, y no niego las consecuencias que esto produce. En la interpretación del pedido por el pan diario consideramos nuestros derechos pero son todavía homo-céntricos. Hace falta incluir la justicia ecológica, nuestra justa y responsable relación con la creación entera.

La metáfora del pan, por otro lado, conlleva un clamor por el auto sostenimiento y autonomía. Nuestras realidades profundamente marcadas por un continuo proceso de colonización claman por transacciones económicas humanas y conscientes de que la explotación es pecado. Desde nuestra tradición luterana, el auto sostenimiento y la autonomía tienen sus raíces en concretos actos de fe y amor. Como iglesias localizadas en un contexto de injusticia económica continuamos en el camino para promover economías más humana y equitativas. Insistamos en la deuda eterna cuyo efecto se siente con mayor fuerza en mujeres, ancianos/as niños y niñas. Y como que me ardía el corazón en el camino, las mujeres aquí presentes me han confirmado que la equidad económica es importante pero igual de importante es la equidad económica de género.
La tensión que vivimos dirige nuestra mirada hacia la realidad de la cruz. Pero no nos quedamos en el viernes santo. La resurrección ilumina y expande el significado de la cruz. No que resucitamos de la muerte literalmente, pero frente a las muchas experiencias de muerte y pérdida, causadas por la economía inhumana y desigual, oramos porque experimentamos resurrección y porque tenemos la certeza de que hay alguien más implorando y compartiendo el lugar de intimidad con Dios.

En esta dinámica de muerte y resurrección, los temas de restauración y sanidad continúan siendo pertinentes. Nuestros países viven siglos de inevitable pérdida, muerte o desaparición. Nuestro ministerio de sanidad y reconciliación se hace oportuno. La necesidad de reconectarnos individualmente e interconectarnos con nuestros semejantes y la creación también es considerado en el pedido del pan. La iglesia es más profética aún cuando, como el buen samaritano, ve o escucha el dolor y sufrimiento ajeno y actúa. Pero actúa no de manera automática sino movida por la empatía, porque siente el sufrimiento de la persona tirada en el suelo. Sanidad personal y comunitaria son las hermanas mellizas de la reconciliación. Como tengo la esperanza de que nuestra iglesias continúen partiendo el pan de sanidad y reconciliación porque en este servicio amoroso, el acto creativo de Dios y el suave o fuerte soplo del Espíritu se pueda mover. Para que la Palabra sea vívidamente expresada, justamente porque Jesucristo continúa tomando nuestras manos y llevándonos a la intimidad del pedido por el pan.
Pre- Asamblea Iglesias FLM de Latinoamérica y El Caribe

"El pan nuestro de cada día dánoslo hoy" Aproximaciones teológico pastorales
Rev. Patricia Cuyatti

3 comentarios:

  1. Saludos desde Brazil:
    Gracias por todo su trabajo para esta semana. Nos vemos este Lunes.

    Heitor Meurer

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  2. Sean todos bienvenidos a Colombia.!!!

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  3. Creo que siempre es necesario la participación de todos los delegados de por lo menos todas las regiones. En esta ocación no se presentará delegado de la region Andina. Es parte de ignorar gran aporte de un pueblo que tiene miles de luteranos.

    Dios continue bendiciendo a la Iglesia Luterana

    Juventud Luterana Misionera de Colombia
    J.L.M.C.

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